jueves, 29 de agosto de 2013

La poesía del desierto en Colombia


La poesía del Desierto en Colombia

Por Omar Monroy - Chile




Recientemente viajé a los verdes paisajes de Colombia para participar en un encuentro de poetas. Al llegar a Bogotá sentí un centelleo de luces en mis impactados sentidos que se llenaron de árboles, ríos, pájaros y flores en una fértil tierra donde una pletórica naturaleza germinó sus más preciados secretos. El panorama es totalmente diferente al desierto más árido del planeta, donde sólo se observan sembrados de piedras en sus llanuras calcinadas por el sol. En Bogotá, en Socorro, en Barichara y en otros idílicos parajes como el cañón de Chicamocha, una de las maravillas del mundo, disfruté de la amistad de los poetas, de las comidas típicas, de las costumbres, de los bosques y de las sobremesas literarias. En el paradisiaco Jardín Botánico de la capital colombiana admiré cientos de especies de árboles, jardines de variadas flores y lagunas que parecían espejismos. Me emocioné cuando me vi frente a dos imponentes y hermosas araucarias de mi país. No sé por qué abracé a esos árboles de las tierras del sur de Chile. Quizás tenían el aroma de Neruda, de los heroicos mapuches o me recordaban el sufrido trasplante de cientos de diaguitas hacia otras desconocidas posesiones en la época de la conquista.

Homenaje a la poeta nacional Dora Castellanos




En el Jardín Botánico hubo una gala de poesía en la que se homenajeó a la poeta nacional colombiana Dora Castellanos. En la oportunidad le manifesté que “su poesía seducía a la belleza y que no era fácil ser poeta porque para serlo hay que doblarle la mano a la realidad. El poeta debe sacarle brillo a la palabra, y tú lo has hecho Dora con tu trascendente poesía”. Luego recité un breve poema. En los días siguientes hubo recitales y foros en las que hubo apreciaciones referente al hábito lector y de la necesidad de fortalecer los lazos de integración cultural latinoamericana, participando  poetas como Dora Castellanos, Lilia Gutiérrez, Graciela Rincón, el mexicano Roberto Reséndiz, la portorriqueña María Juliana Villafañe, la italiana Francesca Senesi y otros vates como José Luis Díaz-Granados, que en unos de sus poemas escribe: “Hay alguien espiando a través de mis cortinas,/ por el cerrojo de mi angosta puerta,/ detrás de la ventana, detrás del árbol viejo,/ sobre el techo, bajo las tablas de mi alcoba/ hay alguien que me espía, que devora mis lápices/ pero también mis sueños, hay alguien que me quiere/ y no me quiere, alguien espiando muerde mi desdicha./ Hace mucho tiempo he venido sintiendo esa presencia/ y ya me he ido acostumbrando a su pesada sombra./ Me acompaña a la mesa, me prepara los tintos,/ bebe a mi lado, duerme, se desvela,/ y desde ahora conoce todos mis secretos./ Alguien que me espía está escribiendo estas líneas”.

La magia de “La Casa del Viento”


Los poetas, después de un viaje de seis horas por una boscosa y zigzagueante   cadena montañosa, llegamos de noche a la Casa del Viento, siendo recibidos por duendes, hadas, brujas y princesas que hicieron de las suyas en las rutilantes noches. La azulada casa se asemejaba a un ovni encima de frondosos árboles. Parecía un cuento extraído de un mundo irreal. Las figuras de gnomos y hadas estaban presentes en cada rincón de esa fantástica residencia, cuyos jardines y pasillos se iluminaban con luces azules y rojas. Los poetas se reunieron en una mágica y bella finca. En la cúspide de esa casa rodeada de ventanas dormí plácidamente, siendo despertado por el trinar de cientos de pájaros al alba. Desde ese lugar salimos a las ciudades de Socorro, a Barichara y a otros sitios para recitar y charlar con el público. Estuvimos en la Universidad Libre en la que participaron cientos de jóvenes. Las bellas presentadoras del acto universitario en Socorro y del acto público en la ciudad patrimonial de Barichara se llamaban Diana. ¿Coincidencia? Ambas llevaban el nombre de la diosa griega protectora de la naturaleza, reina de los bosques. Fue entonces que inspirado por esa situación surgieron unos modestos versos que trasuntan un homenaje a la belleza de las ciudades de Barichara y de Socorro en la imagen de dos de sus bellas hijas. Vaya también mis agradecimientos a los fraternos poetas anfitriones como Graciela, Lilia, José Luis, Dora, a los bardos latinoamericanos y a todas las amigas y amigos que colaboraron para que este magnífico encuentro internacional de poetas tuviese una feliz inauguración en las lides literarias. He vuelto a Chile enriquecido y agradecido de quienes lidian y gestionan con mucha voluntad y generosidad en la senda de las letras.


Tu nombre
permanece escanciado como un exquisito vino
en la biblioteca de mis sueños.

Mi pequeña diosa de Colombia
de vez en cuando te cateo en mis sueños preferidos
para volver a soñarte una noche entera.

Tu sonrisa nívea y melancólica
como las cautivantes calles históricas de Barichara
se asoman en el amoroso trinar de tus pájaros
que alborotan las mañanas
y en tus mágicos árboles que se mecen en las manos
del viento serrano.

Barichara será Diana
en la memoria perenne del tiempo que bellamente
te resucitará una y otra vez
para no olvidarte mi Diana del Socorro
mi Diana de Barichara.





Muchas gracias a Omar Monroy, en Colombia siempre te recordamos


2 comentarios:

  1. A pesar de tu desierto, las miradas de los pobladores de tu pueblo llevan pájaros y árboles que se mecen al viento. Corazones que refrescan el alma y nos hacen sentir fe en nuestros pasos. Gracias por tan bella crónica a nuestro país, por tan emotivo poema a las Dianas que hay tantas en Colombia. Un abrazo

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  2. "Doy repaso a mis recuerdos promovidos en el anhelo de volverlos a vivir.
    Doy permiso a mil razones que justifican su instancia".

    Omar... tus huellas quedaron tan fijas en estas tierras que te permiten ser la luz en el camino para llegar de nuevo a este pueblo que te recuerda.

    Un abrazo de tu servidor y amigo

    JOHAN BUILES GONZALEZ


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