lunes, 1 de abril de 2013

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 Andrés Berger-Kiss


Nacido en Hungría. Realizó sus primeros estudios en Colombia, luego se nacionalizó  en  Estados Unidos. Allí obtuvo títulos en Sociología y  Psicología (Houghton College New York); Master y Ph. D. En Psicología Clínica (Indiana University – Bloomington, Indiana.   Berger-Kiss, con más de 30 publicaciones en su especialidad, ha publicado numerosas obras de ensayo, cuento, poesía, novela y guiones cinematográficos. Incluido en un gran número de antologías de cuento y poesía en español, inglés, húngaro y hebreo.
Novelas: Hijos de la madrugada, Ecoe Ediciones, Bogotá; Donalejo y sus 186 hijos, Ecoe Ediciones, Bogotá, 2006; Memorias de un evangelista revivificado. Cuentos: El cazador de tesoros, La llorona, La noche cuando me encontré con Lincoln, la niña de los 20 nombres, Denadie, Mis dos amores II, Los dos bobos de Santa Bárbara, la graduación de Salomón, Cartas a mi amante, El hombre del triciclo, Los mendigos, El encuentro.

Poesía: Voces de la Tierra/ Voices fron the Earth, Ecoe Ediciones, Bogotá, 1995; Un puñado de polvo; Mis tres patrias, Editorial Betania, Madrid, 2004.

 Todo en mi hogar en Colombia tenía el sabor de Hungría


Mantillas de seda y cubiertas de lana
bordados con hilos de oro y de plata.

Un cuadro pintado por un joven de Buda
mostrando un caballo halando la blanca carroza
con un castillo a lo lejos y un árbol de frutas
rodeado de niñas sonrientes bailando en hileras.

Mis padres contaban las viejas historias de Hungría:
ella narrando la vida y la muerte de reyes magiares
y él relatando aventuras de insignes actores en gira.

Tomábamos agua de un jarro de cobre
vendido en Pécs por una lozana gitana
y había un puñado de tierra traído de Brasov
en una maceta donde crecía una rosa.

Teníamos un estante lleno de discos de tiempos lejanos
y era día de fiesta cuando un csárdás se unía al bolero
del vecindario pobre donde la gente cantaba.

Mi abuela Szentgyörgyi había tejido en el albor de su vida
dos filigranas floridas –sobrevivientes radiantes
de los estragos del tiempo- que adornaron
el sitio más visto en toda mi casa.

Y había también una flor apretada en un libro muy viejo
que ya a nadie importaba y un poema enmarcado
que terminaba diciendo con pena “Nem! Nem! Soha!
                                               -No no nunca[1]

Del libro, Mis tres patrias, Ed. Betania, Madrid, 2004




[1] Gritado en toda Hungría después de la Primera Guerra Mundial, cuando el Tratado de Trianón desplazó el viejo territorio, cediendo dos terceras partes de la nación a sus cinco vecinos.


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