La poesía
del Desierto en Colombia
Por Omar Monroy - Chile
Recientemente viajé a los verdes
paisajes de Colombia para participar en un encuentro de poetas. Al llegar a
Bogotá sentí un centelleo de luces en mis impactados sentidos que se llenaron
de árboles, ríos, pájaros y flores en una fértil tierra donde una pletórica
naturaleza germinó sus más preciados secretos. El panorama es totalmente
diferente al desierto más árido del planeta, donde sólo se observan sembrados
de piedras en sus llanuras calcinadas por el sol. En Bogotá, en Socorro, en
Barichara y en otros idílicos parajes como el cañón de Chicamocha, una de las
maravillas del mundo, disfruté de la amistad de los poetas, de las comidas
típicas, de las costumbres, de los bosques y de las sobremesas literarias. En
el paradisiaco Jardín Botánico de la capital colombiana admiré cientos de
especies de árboles, jardines de variadas flores y lagunas que parecían
espejismos. Me emocioné cuando me vi frente a dos imponentes y hermosas
araucarias de mi país. No sé por qué abracé a esos árboles de las tierras del
sur de Chile. Quizás tenían el aroma de Neruda, de los heroicos mapuches o me
recordaban el sufrido trasplante de cientos de diaguitas hacia otras
desconocidas posesiones en la época de la conquista.
Homenaje a la poeta nacional Dora Castellanos
En el Jardín Botánico hubo una
gala de poesía en la que se homenajeó a la poeta nacional colombiana Dora
Castellanos. En la oportunidad le manifesté que “su poesía seducía a la belleza
y que no era fácil ser poeta porque para serlo hay que doblarle la mano a la
realidad. El poeta debe sacarle brillo a la palabra, y tú lo has hecho Dora con
tu trascendente poesía”. Luego recité un breve poema. En los días siguientes
hubo recitales y foros en las que hubo apreciaciones referente al hábito lector
y de la necesidad de fortalecer los lazos de integración cultural
latinoamericana, participando poetas
como Dora Castellanos, Lilia Gutiérrez, Graciela Rincón, el mexicano Roberto
Reséndiz, la portorriqueña María Juliana Villafañe, la italiana Francesca
Senesi y otros vates como José Luis Díaz-Granados, que en unos de sus poemas
escribe: “Hay alguien espiando a través de mis cortinas,/ por el cerrojo de mi
angosta puerta,/ detrás de la ventana, detrás del árbol viejo,/ sobre el techo,
bajo las tablas de mi alcoba/ hay alguien que me espía, que devora mis lápices/
pero también mis sueños, hay alguien que me quiere/ y no me quiere, alguien
espiando muerde mi desdicha./ Hace mucho tiempo he venido sintiendo esa
presencia/ y ya me he ido acostumbrando a su pesada sombra./ Me acompaña a la
mesa, me prepara los tintos,/ bebe a mi lado, duerme, se desvela,/ y desde
ahora conoce todos mis secretos./ Alguien que me espía está escribiendo estas
líneas”.
La magia de “La Casa
del Viento”
Los poetas, después de un viaje
de seis horas por una boscosa y zigzagueante
cadena montañosa, llegamos de noche a la Casa del Viento, siendo recibidos por duendes,
hadas, brujas y princesas que hicieron de las suyas en las rutilantes noches.
La azulada casa se asemejaba a un ovni encima de frondosos árboles. Parecía un
cuento extraído de un mundo irreal. Las figuras de gnomos y hadas estaban
presentes en cada rincón de esa fantástica residencia, cuyos jardines y
pasillos se iluminaban con luces azules y rojas. Los poetas se reunieron en una
mágica y bella finca. En la cúspide de esa casa rodeada de ventanas dormí
plácidamente, siendo despertado por el trinar de cientos de pájaros al alba.
Desde ese lugar salimos a las ciudades de Socorro, a Barichara y a otros sitios
para recitar y charlar con el público. Estuvimos en la Universidad Libre
en la que participaron cientos de jóvenes. Las bellas presentadoras del acto
universitario en Socorro y del acto público en la ciudad patrimonial de
Barichara se llamaban Diana. ¿Coincidencia? Ambas llevaban el nombre de la diosa
griega protectora de la naturaleza, reina de los bosques. Fue entonces que
inspirado por esa situación surgieron unos modestos versos que trasuntan un
homenaje a la belleza de las ciudades de Barichara y de Socorro en la imagen de
dos de sus bellas hijas. Vaya también mis agradecimientos a los fraternos
poetas anfitriones como Graciela, Lilia, José Luis, Dora, a los bardos
latinoamericanos y a todas las amigas y amigos que colaboraron para que este
magnífico encuentro internacional de poetas tuviese una feliz inauguración en
las lides literarias. He vuelto a Chile enriquecido y agradecido de quienes
lidian y gestionan con mucha voluntad y generosidad en la senda de las letras.
Tu nombre
permanece escanciado como un
exquisito vino
en la biblioteca de mis sueños.
Mi pequeña diosa de Colombia
de vez en cuando te cateo en mis
sueños preferidos
para volver a soñarte una noche
entera.
Tu sonrisa nívea y melancólica
como las cautivantes calles
históricas de Barichara
se asoman en el amoroso trinar
de tus pájaros
que alborotan las mañanas
y en tus mágicos árboles que se
mecen en las manos
del viento serrano.
Barichara será Diana
en la memoria perenne del tiempo
que bellamente
te resucitará una y otra vez
para no olvidarte mi Diana del
Socorro
mi Diana de Barichara.
Muchas gracias a Omar Monroy, en Colombia siempre te recordamos
A pesar de tu desierto, las miradas de los pobladores de tu pueblo llevan pájaros y árboles que se mecen al viento. Corazones que refrescan el alma y nos hacen sentir fe en nuestros pasos. Gracias por tan bella crónica a nuestro país, por tan emotivo poema a las Dianas que hay tantas en Colombia. Un abrazo
ResponderEliminar"Doy repaso a mis recuerdos promovidos en el anhelo de volverlos a vivir.
ResponderEliminarDoy permiso a mil razones que justifican su instancia".
Omar... tus huellas quedaron tan fijas en estas tierras que te permiten ser la luz en el camino para llegar de nuevo a este pueblo que te recuerda.
Un abrazo de tu servidor y amigo
JOHAN BUILES GONZALEZ